Palabras normales, para gente normal.

miércoles, 23 de enero de 2008

Tras las cortinas

Creo que todos alguna vez nos hemos sentido observados, en la calle, en un restaurante o cuando vamos a algún lugar público. ¿Pero se han sentido observados en su propio cuarto? Tal vez suene paranoico, pero así me siento yo. No es que tenga algún complejo de divo, pero creo que alguien me examina detenidamente, ve cada movimiento que hago en mi cuarto, cada baile, cada vez que canto o actúo, es tan extraño.

Cuando la ventana y las cortinas están abiertas, de seguro miran. No creo que miren porque sea alguien interesante, pero creo que todos queremos saber qué hace el de al lado, qué oculta cuando cree que nadie lo ve. Entonces corro rápido a cerrar las cortinas. Pero a veces no basta, tengo que cerrar el clóset, porque se qué de ahí también miran. Qué tonto, quién estaría en mi armario, si con suerte cabe alguien, pero de todas formas, lo cierro.


Hay días en que quiero que alguien me vea, entonces abro las cortinas y hago lo que se me antoje, o bien, me paro en la ventana y canto y juego con las cortinas. No sé si alguien ve o no mis espectáculos, pero lo que sí es cierto, es que me encanta sentir que alguien disfruta de mi loca paranoia.

lunes, 21 de enero de 2008

Esperando una llamada

Ese día era particular. Ese día, la noche fue tibia. No sé si el invierno por fin se había apiadado de los santiaguinos o si una extraña ráfaga de recuerdos había calentado mi memoria y mi corazón.

Aún estaba sentado sobre la cama, después de haber apagado la luz. No podía pegar mis ojos. No podía acostarme. Pero justo cuando caía rendido ante el sueño, que por fin había llegado, sonó el teléfono. Una voz me dio una dirección que contenía recuerdos, pero que eran opacados por la noticia. Tomé mi abrigo y salí.

Cuando llegué a aquella dirección, me dirigí hacia su habitación, me paré en el umbral y los vi. Uno de ellos se acercó a abrazarme con tanta fuerza, sólo como él lo hacía.

Esa noche no había rencores, los años los habían desvanecido; no había risa, como era de costumbre. Sólo cerramos los ojos y esperamos a que el torbellino de sensaciones, emociones y recuerdos nos llevara lejos, nos lanzara tan fuerte como pudiese, pero que nunca cayéramos a tierra. Pero no todo es como queremos. Abandonamos el cuarto y nos fuimos a sentar a la estufa, que era lo único cálido existente en la ahora fría noche de invierno. Bebimos café, miramos nuestras cambiadas caras y nos despedimos para esperar en nuestras casas una nueva llamada.

viernes, 11 de enero de 2008

Se venía venir

Hoy, fue un día distinto. Al salir de la estación del metro, el viento me gritó muy fuerte al oído que algo sería diferente, pero no le entendí qué. Al salir del lugar donde estuve, el calor se tornó frío. El frío tocó mi espalda y se posó sobre mi cara y me gritó que algo raro pasaba hoy, pero no le entendí qué. En mi casa, al asomarme a la ventana, vi las estrellas y me hablaron en clave M.O.R.S.E, pero no entendí qué querían decir, sólo pude deducir que algo extraño pasó hoy. Ahora el silencio me hace un escándalo porque no entiende que no haya sido capaz de prever algo que era obvio.

¡Cállense, ojos maricones!

Miradas. Son sólo miradas. ¡Mentira!. Son más que eso.

¿Por qué no somos capaces de mirar a la cara cuando mentimos? Para mí es lo mismo, decir una verdad o una mentira, tus ojos deberían estar fijos, pero no, tienden a mirar hacia el suelo, apuntando al sucio suelo, gritando: "¡Él miente! ¿ves la suciedad del piso? así de asquerosas son sus palabras". ¡Qué tienen que ver los ojos con las palabras! Deberían no conjugarse nunca. Para eso está la boca, la lengua, el paladar y las cuerdas vocales, para las frases y los sonidos. ¿Por qué al mentir no se cierra la boca o tus cuerdas no vibran? Malditos ojos.

No puedo mirar tranquilo, porque aunque no diga una puta palabra, la gente sabe que es lo que quiero decir. Si te miro, entiendes perfectamente que te quiero. Si te miro, entiendes de inmediato que te deseo en mi cama. Si miro, sabes inmediatamente que es lo que quiero. Pero a veces mis malditos ojos son mal interpretados. Si miro a una mujer, ella me da una mala mirada, porque creyó que tenía otras intenciones. Si miro a un hombre, me golpea porque cree que soy gay.

¿Para que mierda existe la boca entonces? Si miro, saben lo que quiero, aunque sea mi secreto mejor guardado. Si miro, no me entienden. Sólo con mirar, sin un gesto facial o un sonido, sólo con mis ojos.