Palabras normales, para gente normal.

viernes, 7 de diciembre de 2007

¡Explota!

Pelotudos

Mientras íbamos en el auto con mi papá, se nos cruzó una balón de fútbol a lo lejos, mi papá se detuvo y me dijo: "siempre detrás de un pelota, hay un hueón", y salió de la nada un niño corriendo sin cuidado tras de su tan apreciado juguete. Bueno, esto siempre me ha rondado en la cabeza y últimamente supe que mi padre tenía razón.

¿Han notado alguna vez que los futbolistas, a pesar de tener dinero para acceder a la buena educación chilena y a buenos barrios residenciales, hablan estupideces? Cuando comentan, no se les entiende ni pito y responden cualquier imbecilidad. Luego de la recuperación de una lesión, el periodista le pregunta a Calule Meléndez: "¿cómo está la pierna?", a lo que el futbolista le responde: "En la casa". Pueden creer que el muy ridículo le respondió refiriéndose a su mujer (vulgarmente llamada pierna) y peor aún, le preguntaron cómo, no dónde.

Ya que estamos en la onda de la entrevista, hablemos de los periodistas deportivos, qué grandes, ¿no?. Cómo no recordar a Pedro Carcuro o a Julito Martínez. Los periodistas deportivos... intelectuales, profesionales de gran nivel, hombres que estudiaron cuatro años periodismo, comentarios sólidos y preguntas al hueso: "¿Cansado?". ¡Qué pregunta!, todos se imaginarán, que después de 90 minutos de juego non stop, sudados, sin aliento, deshidratados, los jugadores están muertos, con suerte responden las brillantes preguntas que con tanto esfuerzo elaboraron toda una semana: "¿Tristes por la derrota?", ¡Cómo se tu ocurre!, los jugadores tienen esa cara porque querían ser goleados 4-0, porque eran hinchas del otro equipo, por eso vienen con caras de dolor y frustración.

Bueno, ustedes se preguntarán quiénes faltan, bueno les respondo en seguida, las musas del pensamiento, las mujeres con un C.I. que arrollaría al filosofo más cabezón de todos: las modelos. Oda a la estupidez humana. Ellas viven eternamente enamoradas de los futbolistas, siempre tras las pelotas de los jugadores, o mejor dicho, bajo las pelotas. Todos ya hemos escuchado una infinidad de veces las respuestas que dan: "Me repite la pregunta". O sus cantos a la vida: "Perú necesita ayuda". Pero nada mejor que una pelea entre ellas por un futbolista en un programa de T.V.: "tú ya no estabas con él", "tú lo llamaste a las 3.00 de la mañana", "Es un hombre comprometido", "los vi bailando en la Kamasú". O qué más patético que dos mujeres se peleen por la "varita" del Mago Jiménez.

Así con el balón de fútbol, increíble, 20 minutos del noticiario central para contar que Kenita había dejado a Iván Zamorano, ¡oh, verdad, soy un necio, cómo se me ocurre burlarme de él, si es el Ídolo Nacional!. Después de contar que la gente tiene hambre, que el mundo se está cayendo a pedazos, el conductor gira su asiento y le pregunta a un Fernando Solabarrieta o a un Mauricio Israel: "Borgi, ¿sigue en Colo Colo?" y éstos responde: "para la alegría de los chilenos, sí". ¡Mañana le prendo velas a la virgen por eso!

Por último, los queridos hinchas, nada más bello que disfrutar de un partido de fútbol, salir a celebrar y hacer mierda lo que se te cruce, dispararle al bando contrario y responder al ágil periodista: "Li dimos paliza a las madres, cuaTRo - cero, shoro. ¡Saludo pa la Garra Blanca de Puente Alto y dale Cacique!" o "ya están LLorando, ya" o "si ser de la U es un sentimiento".

Por eso, cada vez que voy en auto y veo cruzarse una pelota repito las sabias palabras de mi padre.

Buenos, los dejo, porque tengo un partidito de fútbol...

"¡Eh, la pelota, aquí, aquí! ¡Yo la voy a buscar a la calle, no te preocupí!"

domingo, 2 de diciembre de 2007

Un día, decidí contarlo.

Un día, mi papá me dijo que fuera a un lugar lleno de gloria, a un lugar que me haría grande. La idea me asustó, nunca he sido una persona a la que desee estar en la cima o un gran luchador como para conseguir llegar a ella, así que deseché la idea, no quise pensar en como sería mi vida allí, era un lugar lejano. Mi padre en su afán de que pisara aquel lugar, me hostigo y me hizo llorar muchas veces, puesto que yo no quería enfrentar lo que al parecer sería mi destino. Mi destino... ¿destino?. "¿Cuál sería realmente mi destino?", me preguntaba. "¿Ese lugar realmente será esplendoroso, la tierra de los deseos? ¿Estoy preparado para cumplir mis sueños?". Preguntas, eso eran, sólo preguntas, ninguna respuesta.

Un día, me subí en mi corsel, blanco, brillante, como los de los cuentos. Mi padre y mi madre me armaron con una armadura tan reluciente como mi caballo y me bendicieron, para que llegara sano y salvo a mi destino. Con paso lento, mi corsel, cabalgó. Pisaba dudoso la desconocida ruta, con miedo a tropezar. Yo me agarraba firmemente a la montura, deseando no encontrar adversidades. Después de un largo viaje, llegué al lugar el cual mi padre con palabras llenas de prosperidad, me hablaba. Impactado miré al Palacio, metros y metros de conocimiento puro estaban a mis pies, podía olerlo, oírlo e incluso saborearlo. Vi como mi armadura relucía mucho más, lo que me dio muchas más ganas de entrar, aunque con pasos temerosos lo hice.

Un día, caminé por aquel palacio, ya sin miedo, con pasos firmes. Había conocido a un enorme ogro, quien me enseñó que no todo es lo que parece. Llevaba un tiempo junto a mí, con él recorríamos tan inmensa estructura de piedra, iluminábamos el camino con una débil linterna, con la cual apenas podíamos ver el camino, pero no importaba, puesto que la seguridad que ambos nos entregábamos, bastaba para dar pasos firmes y agigantados.

Un día, por suerte, se nos unió un gnomo que irradiaba una luz propia. Nosotros no teníamos aceite para nuestra linterna, así que nos unimos a él. Él, sin rechistar y con una gran sonrisa caritativa, accedió. Nos contó su vida con un optimismo y una sonrisa que nos hipnotizó. Así nos transformamos en compañeros de viaje.

Un día, nos encontramos con un duende rechoncho y misterioso; y con otro que caminaba haciendo notas musicales, nuestro viaje ya era monotono, así que inmediatamente aquellos oscuros y mohosos pasillos se tornaron coloridos. Comenzamos a viajar en corcheas. DoReMiFaSolLaSiDo... era la música que ambientaba al Palacio. El rechoncho armaba meticulósamente los pentagramas, el duende musical zapateaba sobre ellos, notas negras, silencios, blancas y fusas, y nosotros tres, los que sobrábamos, las desordenábamos y armábamos nuestra propia canción.

Un día, muchas sombras cubrieron nuestro viaje por el Palacio, con calma observamos, escondidos tras los arbustos. Eran hadas, con alas gigantes. Volaban sin parar, conversando y riendo. Nosotros queríamos alas, también, y ellos no dudaron en entregárnoslas, pero como su generosidad era aun más grande me regalaron mucho más: buenos sentimientos, un par de alas locas, sabiduría, alegría y cariño. "¡Corramos juntos!", gritamos al unisono. Y así lo hicimos.

Un día, miré el reloj, miré el calendario y miré el cielo, había pasado mucho tiempo, era hora de regresar. Al salir del Palacio, me subí al caballo, al cual se le doblaron las patas, no era capaz de soportar mis recuerdos, entonces, como era necesario volver a casa, tomé mis recuerdos de la mano y ya sin miedo, volví a mi hogar, con una armadura resistente y más blanca que antes.

Un día, agradecí a mis padres que me contaran mientras dormía, que existía un lugar como ese.

sábado, 16 de junio de 2007

Esperaré unos momentos más

Una vez escuché que el Alma Gemela no era necesariamente el amor de tu vida. Que podría ser tu madre, tu padre, un amigo, un primo, etc. Esto hecho a andar mi neurona y me dije: "¿He perdido el tiempo en vano?".

Siempre esperé que el amor de mi vida fuera mi Alma Gemela. La persona que me entendiera en todo, que me diera los consejos perfectos, que supiera dónde, cuándo y cómo besarme, y todas esas cosas que la gente dice del Alma Gemela. Tal vez, mi visión es un poco idealista, pero da igual, el punto es que soñé con mi Alma Gemela como mi pareja, y no como otra persona, que si bien puede tener mucho en común conmigo, no es exactamente lo que quiero.

A veces, me sentaba a esperar a que llegara. Aunque no sabia su nombre, ni su cara tampoco, soñaba que con tan sólo una mirada, supiéramos que estábamos hechos el uno para el otro. Que me daría la mano, conversaríamos un rato y sabríamos que eramos el complemento perfecto. Entonces, ¿Perdí el tiempo?. Me senté horas y horas, pensé día tras día en mi Alma Gemela, y ¿no sería más que algo idealizado, inútilmente, por mi cabeza?.

Siempre la gente dice: "no todo es lo que parece". Creo que no se equivocan. "Todo" es, generalmente, inventado por la gente, y las personas últimamente no son de fiar.


Me aterra aceptar la idea de que Mi Alma Gemela no sea mi pareja, porque eso significaría que tendré que estar quien sabe cuanto tiempo esperando a que llegue, sin saber con certeza si algún día aparecerá.

Creo que dejaré pasar algunas lluvias, fríos, soles, lunas y millones de hojas más.