Palabras normales, para gente normal.

domingo, 24 de enero de 2010

Eso sos.

Sos la bella oruga que cayó sobre mi hombro un helado invierno. Caías de un reseco árbol, pesada, directo hacia el suelo, pero ahí apareció mi hombro, mi común y nada especial hombro. Antes de reposar sobre mí, rozaste mi cara. El roce fue cálido, dejando un suave aroma a resina en mi mejilla.

Una vez que estabas sobre mí, pequeña oruga, posada sobre mi camisa cuadrillé, no hiciste más que aferrarte, tal y como tu naturaleza te lo ordena. Podía sentir tu energía, podías nutrirte de la mía y yo de la tuya, en una armoniosa simbiosis. Eramos dos seres conectados, entes vagantes que no hacían más que caminar viendo caer las amarillas-naranjas-verdes-cafés hojas desde el cielo, y pisando los charcos que formaba la unión de la calle y de la vereda.

Pequeña oruga, el tiempo dictó que era hora de marchar de mi camisa, era hora de dejarse caer nuevamente, de aferrarse a nuevas sensaciones y a nuevos colores.

No creo ser capaz de conseguir un olor a resina como el tuyo. Sos mi oruga, sos la oruga con la que quiero emprender el vuelo, una vez que consigas tus alas.

Si es verdad que las mariposas viven un día, entonces quiero ser tu espectador el día entero.

No hay comentarios: