Palabras normales, para gente normal.

lunes, 21 de enero de 2008

Esperando una llamada

Ese día era particular. Ese día, la noche fue tibia. No sé si el invierno por fin se había apiadado de los santiaguinos o si una extraña ráfaga de recuerdos había calentado mi memoria y mi corazón.

Aún estaba sentado sobre la cama, después de haber apagado la luz. No podía pegar mis ojos. No podía acostarme. Pero justo cuando caía rendido ante el sueño, que por fin había llegado, sonó el teléfono. Una voz me dio una dirección que contenía recuerdos, pero que eran opacados por la noticia. Tomé mi abrigo y salí.

Cuando llegué a aquella dirección, me dirigí hacia su habitación, me paré en el umbral y los vi. Uno de ellos se acercó a abrazarme con tanta fuerza, sólo como él lo hacía.

Esa noche no había rencores, los años los habían desvanecido; no había risa, como era de costumbre. Sólo cerramos los ojos y esperamos a que el torbellino de sensaciones, emociones y recuerdos nos llevara lejos, nos lanzara tan fuerte como pudiese, pero que nunca cayéramos a tierra. Pero no todo es como queremos. Abandonamos el cuarto y nos fuimos a sentar a la estufa, que era lo único cálido existente en la ahora fría noche de invierno. Bebimos café, miramos nuestras cambiadas caras y nos despedimos para esperar en nuestras casas una nueva llamada.

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